Al principio del tratamiento habrá un rato de diálogo que incluirá la elaboración de una historia clínica e información relacionada con la visita. Luego se te pedirá que te eches en la camilla totalmente vestido, excepto los zapatos, aunque a veces es necesario quitarse la ropa para hacer la evaluación inicial, de la espalda, por ejemplo.
La terapeuta se ocupará de que estés cómodo, preguntándotelo. Establecer confort es un paso inicial importante que asegura que lo que surja en la sesión esté relacionado contigo y no sea reacción a una sensación de falta de seguridad con el terapeuta o incomodidad en la camilla.
Cuando se establezca el contacto, la terapeuta te preguntará para asegurarse de que el contacto es adecuado para ti. El trabajo en la sesión incluye un contacto muy ligero y suave. Tu terapeuta quizá empiece en los pies, en la cabeza -el cráneo-, o en tu sacro (el hueso triangular en el extremo inferior de la columna). Durante la sesión, dependiendo de las sensaciones que surja, la terapeuta se acerque a otras zonas del cuerpo, usando el contacto que considere más adecuado para ti.
Las sesiones, incluyendo una conversación después, pueden durar entre hora y hora y media, dependiendo de la terapeuta con quien estás trabajando y tus necesidades. Durante ese tiempo, la terapeuta contactará suavemente partes de tu cuerpo y escuchará los movimientos sutiles y hará un seguimiento de las reacciones y cambios en tu sistema. En este proceso, la terapeuta escuchará para detectar la expresión de tu cuerpo del orden de prioridades para la sesión. Es importante mencionar que mientras una sola sesión puede tener efectos muy marcados, a veces lleva varias sesiones. Con frecuencia hay varias cuestiones que se relacionan con un problema en particular y la terapeuta comunicará cómo el cuerpo comunica su prioridad o prioridades que tratar.